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Al vivir en
San Luis, la calle Ricardo Soriano, que entonces conocíamos como “la calle
Empedrada”, fue muchas veces paso obligado para mí. Se iluminaba cuando
anochecía con esas lámparas que se observan en la foto y que pendían de unos
cables que iban de un lado a otro de la calle. Cuando hacía viento se movían y
provocaban extrañas sombras móviles en el suelo, que a mí me asustaban un poco,
especialmente después de una sesión del cine donde se había proyectado alguna
película de suspense.
Todavía ahora lo pienso y me sobrecojo.
¡Vaya lámpara tan curiosa! ¡Parece un farolillo! La imagino moviéndose con el viento, ¡si no debía de iluminar nada!
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