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Una de mis
responsabilidades de niño era acercarme con el botijo a por agua a la Fuente del Medio -así se conocía a la fuente que
aparece en medio de esta plaza-.
Por aquel entonces ya asistía a clase en
el Instituto. La jornada escolar comenzaba
a las nueve. Una mañana el tiempo se me echó encima, había ayudado a Misa en la
capilla del Asilo y se hizo tarde. Llegué corriendo a casa para desayunar y,
precipitadamente, en lugar de la cartera agarré el botijo, pues la ruta a la
fuente y al instituto estaba en la misma dirección. Cargado con el botijo
sobrepasé la fuente y, angustiado por lo tarde que era, lo transporté hasta la
Plaza Nueva. Por el camino notaba algunas miradas de compañeros que me
observaban y que me señalaban burlones. Me extrañaba su actitud hasta que caí
en la cuenta de lo que les hacía tanta gracia... ¿Os acordáis del anuncio de
los donus? Pues la anécdota narrada fue pionera del mismo.
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