viernes, 15 de abril de 2011

¡A los toros!



Los peñarandinos siempre hemos sido muy aficionados a los toros. Contribuye con seguridad a ello la existencia de la notable plaza de toros “La Florida” y el gran número de primeras figuras del toreo que han formado parte de los carteles feriales de nuestro pueblo.
     Sin embargo, al menos en las décadas de los 50 y 60, las gradas del coso raramente se han llenado de aficionados. El precio de los billetes para acceder a las corridas de toros no estaba al alcance de la mayoría de las economías domésticas.
     Pero la atracción que ejercía la fiesta era tan grande, que muchos nos acercábamos a las inmediaciones de la plaza de toros para aspirar retazos de lo que en ella sucedía. Desde el exterior se percibían multitud de signos sonoros que describían el transcurso de los acontecimientos: los clarines y timbales anunciando los diferentes tercios; los “¡ooolés!” y los aplausos que arrancaban las faenas; los “¡ay!”, que indicaban situaciones de peligro vividas por los toreros; los pasodobles que la banda de música interpretaba correspondiendo al buen hacer de los diestros; incluso,  las voces de los diferentes vendedores anunciando sus mercancías.
     Aguardábamos la oportunidad de acceder al recinto en el último toro, y, si eso no era  posible, nos consolábamos acercándonos a la puerta de cuadrillas, expectantes, para ver algún maestro abandonar la plaza a hombros por la puerta grande, así como al resto de los toreros montar en sus formidables  haigas, a los caballos de los picadores subir a los camiones, vislumbrar cómo los toros eran destazados por los matarifes. Todo esto unido al relato de los asistentes sobre lo acontecido, nos proporcionaba el conocimiento necesario y, ¡todos nos íbamos tan contentos!

No hay comentarios:

Publicar un comentario